lunes, 2 de diciembre de 2013

Personas que se ponen una máscara de ángel, para tapar el horror que llevan dentro de su mente, gente que teniendo una fachada de dureza extrema y total pasotismo, tienen un alma bondadosa y amable, pero la esconden para evitar que les hagan daño. ¿En qué mundo vivimos? Las buenas personas son pisoteadas siempre, porque los demas se aprovechan de que lo sean. De ahí que a los jetas, trepas y egoístas les vaya todo bien, pues toman no solo la mano que les tienden los de su alrededor, sino que si te descuidas te absorven a ti por entero. Yo quiero creer, y eso me dicen los que me rodean, que soy buena persona, a veces tanto que de buena doy en tonta, y sé de qué estoy hablando, creedme. Yo siempre me doy a los demas, mi tiempo, mi dinero, mi sonrisa, mi alegría, mis energías, mis talentos, todo, y no voy a decir que sin esperar nada a cambio, pues mentiría, pero solo pido un gracias de vuelta, o una sonrisa, un poco de agradecimiento al menos, cosa que casi nunca recibo. Pero soy así, y ni puedo ni quiero cambiarlo, por mucho que sufra y por muchas decepciones que me lleve, me gusta ser generosa, aunque repito que de buena, muchas veces, doy en tonta. ¿Que porqué no quiero cambiarlo? Es simple: me gusta como soy, y porque las gomas de las máscaras que se pone la gente, con el paso del tiempo, se debilitan hasta romperse, acabando por desintegrarse, dejando la verdadera faz a la vista del mundo. Por eso, yo no quiero ponerme una máscara de tía dura y ególatra, aparte de porque no sabría llevarla, porque prefiero que el resto del mundo me vea tal cual soy, por eso escribo, por eso sonrío siempre, por eso hablo y debato con mis amigos, por eso escucho y hago de madre, de psicóloga, de paño de lágrimas, de payaso en los momentos en que alguien necesita sacar una sonrisa, y por encima de todo eso, por eso muestro mi corazón cuando canto, porque el día que caigan las máscaras, yo seguiré siendo yo.

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