La
leyenda del Sauce y el Hada
Hace miles de años, cuando nuestro mundo
era mágico aun, existió un hada llamada Imeón. Ella era un hada de la
naturaleza, concretamente, era una protectora de árboles. Se encargaba de
cuidarlos cuando estaban enfermos, los ayudaba a enclavar sus raíces bien
hondo, les animaba cuando estaban floreciendo… Imeón era el hada más hermosa de
la creación: pelo castaño largo y con reflejos dorados como el sol, ojos
grandes, marrones con vetas verdes, siempre amables y sonrientes, un rostro en
forma de corazón, una nariz pequeñita y simpática, y los labios como los de una
muñeca de porcelana, pero lo que hacía de Imeón tan especial, era su carácter:
bondadosa, valiente, sensible, terca y, normalmente, obediente en todo. Tan
sumamente bella era por fuera y por dentro, que hasta un duende oscuro, Grack,
se enamoró de ella locamente. Pero Imeón no tenía ojos más que para su amado,
Sauce. Sí, Imeón estaba enamorada de uno de sus preciosos árboles, que en
aquella época mágica, aun podían hablar y sentir como los humanos. Cada día,
Imeón dormía entre las ramas de Sauce, acunada por bellas canciones que él la
cantaba con el susurro de sus hojas.
Antes dije que Imeón era obediente en
casi todo, ¿lo recordáis? Pues bien, en esta ocasión no, pues el amor entre un
hada y cualquier otro ser de distinta especie, estaba prohibido, pero el amor
que ambos sentían era tan potente y profundo, que no les importó y desafiaron
las normas, amándose y siendo felices… Hasta que llegó el fatídico día en que
Grack se enteró de la hermosa historia de amor que había entre ambos. Este fue
corriendo a pedir audiencia con el Rey de las Hadas, Oberón, el cual escuchó la
historia completa y, cuando el duende terminó, se levantó de su hermoso trono
hecho de plantas y bayas de oro, y fue volando en busca de Imeón, a la que
encontró hablando con su amado Sauce. Grack, satisfecho y sonriente, lo siguió,
ansiando ver como Oberón separaba a los dos enamorados, prohibiéndoles el
volver a verse jamás, logrando así que Imeón fuera solo para el. Pero lo que
Grack no sabía era que el castigo al crimen que habían cometido, sería la
muerte de su adorada hada. Cuando llegó a donde estaba Sauce, vió a Imeón
arrodillada frente al Rey Oberón, llorando desesperada y pidiendo clemencia, y
a Sauce intentando protegerla con sus ramas… Repentinamente, un rayo de luz
cegadora salió de la punta del báculo del rey, y donde segundos antes estaba
Imeón, ahora sólo había un trozo de amatista. En ese momento, a Sauce, que vió
morir a su amada, se le partió el corazón, por lo que dejó caer sus esbeltas
ramas hasta el suelo, llorando desesperado… Por esta triste historia de amor,
hoy en día llamamos a los hijos de aquel Sauce, Sauces Llorones, porque desde
aquel día y hasta el fin del tiempo, los sauces llorarán por Imeón, que por
amor fue convertida en un trozo de amatista por la mano de Oberón. Y cuidado si
alguna vez veis un trozo de amatista en el suelo delante de un Sauce Llorón,
¡no lo cojáis! Pues podrían ser Sauce e Imeón, protegidos por Grack, que viendo
a su amada morir, juró protegerlos eternamente para que, así, pudieran estar
juntos estos dos enamorados, pues por su culpa, y sus celos, ella murió.
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