miércoles, 8 de enero de 2014

Esta leyenda me la contó mi abuela cuando era una niña, y yo se la conté a mi sobrina y la encantó, así que decidí escribirla personalizada para ella. Espero que os guste, y sino tampoco es que importe mucho, porque a ella la encantó, y con eso me doy por satisfecha ;)

La leyenda del Sauce y el Hada

Hace miles de años, cuando nuestro mundo era mágico aun, existió un hada llamada Imeón. Ella era un hada de la naturaleza, concretamente, era una protectora de árboles. Se encargaba de cuidarlos cuando estaban enfermos, los ayudaba a enclavar sus raíces bien hondo, les animaba cuando estaban floreciendo… Imeón era el hada más hermosa de la creación: pelo castaño largo y con reflejos dorados como el sol, ojos grandes, marrones con vetas verdes, siempre amables y sonrientes, un rostro en forma de corazón, una nariz pequeñita y simpática, y los labios como los de una muñeca de porcelana, pero lo que hacía de Imeón tan especial, era su carácter: bondadosa, valiente, sensible, terca y, normalmente, obediente en todo. Tan sumamente bella era por fuera y por dentro, que hasta un duende oscuro, Grack, se enamoró de ella locamente. Pero Imeón no tenía ojos más que para su amado, Sauce. Sí, Imeón estaba enamorada de uno de sus preciosos árboles, que en aquella época mágica, aun podían hablar y sentir como los humanos. Cada día, Imeón dormía entre las ramas de Sauce, acunada por bellas canciones que él la cantaba con el susurro de sus hojas.

Antes dije que Imeón era obediente en casi todo, ¿lo recordáis? Pues bien, en esta ocasión no, pues el amor entre un hada y cualquier otro ser de distinta especie, estaba prohibido, pero el amor que ambos sentían era tan potente y profundo, que no les importó y desafiaron las normas, amándose y siendo felices… Hasta que llegó el fatídico día en que Grack se enteró de la hermosa historia de amor que había entre ambos. Este fue corriendo a pedir audiencia con el Rey de las Hadas, Oberón, el cual escuchó la historia completa y, cuando el duende terminó, se levantó de su hermoso trono hecho de plantas y bayas de oro, y fue volando en busca de Imeón, a la que encontró hablando con su amado Sauce. Grack, satisfecho y sonriente, lo siguió, ansiando ver como Oberón separaba a los dos enamorados, prohibiéndoles el volver a verse jamás, logrando así que Imeón fuera solo para el. Pero lo que Grack no sabía era que el castigo al crimen que habían cometido, sería la muerte de su adorada hada. Cuando llegó a donde estaba Sauce, vió a Imeón arrodillada frente al Rey Oberón, llorando desesperada y pidiendo clemencia, y a Sauce intentando protegerla con sus ramas… Repentinamente, un rayo de luz cegadora salió de la punta del báculo del rey, y donde segundos antes estaba Imeón, ahora sólo había un trozo de amatista. En ese momento, a Sauce, que vió morir a su amada, se le partió el corazón, por lo que dejó caer sus esbeltas ramas hasta el suelo, llorando desesperado… Por esta triste historia de amor, hoy en día llamamos a los hijos de aquel Sauce, Sauces Llorones, porque desde aquel día y hasta el fin del tiempo, los sauces llorarán por Imeón, que por amor fue convertida en un trozo de amatista por la mano de Oberón. Y cuidado si alguna vez veis un trozo de amatista en el suelo delante de un Sauce Llorón, ¡no lo cojáis! Pues podrían ser Sauce e Imeón, protegidos por Grack, que viendo a su amada morir, juró protegerlos eternamente para que, así, pudieran estar juntos estos dos enamorados, pues por su culpa, y sus celos, ella murió. 

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